Mar 19, 2011

Partidos, sociedad, y progresismo

El sistema de partidos en España necesita una renovación. Cambio. Aire fresco. Todos, salvando tan pequeñas como alegres excepciones (Ciudatans, de Albert Rivera) se han convertido en más una mera expresión de forofismo futbolero, que en una sana, prudente y responsable actitud ante los problemas sociales. Me explico: se supone que el partido político es la articulación de la voz común del pueblo, o por lo menos de una parte del, en un país con diversidad de intereses inherentes de la pluralidad. El ciudadano escoge un partido afín a su situación, o el partido que cree que va a ser más eficiente en la gestión del ejercicio gobernativo (preservar y dinamizar el bien común).

La representación parlamentaria de la oposición, o sea, del otro segmento de población con diferentes miras políticas, sirve para realizar los necesarios "checks and balances" y mantener la justa influencia en el debate y toma de decisiones. Estas cosas son una obviedad. Ahora bien, son los ciudadanos, muchas veces, quienes a través de sus prejuicios ideológicos – anclados en un pasado tan remoto como reinventado – los que se han dejado convertir en meros articuladores de la voz del partido de turno. El partido deja de representar los intereses de los ciudadanos. Los ciudadanos pasan a representar los intereses del partido. Peleles de partido. Y, desgraciadamente, a eso llamamos involucramiento político. Pero, con qué fin? Conquistar el Gobierno, y a través del Gobierno, el Estado. Me atrevo a decir que quienes son unos profesionales de este quehacer, y han dado lecciones a los demás, han sido los representantes de la izquierda quilombera y caducada, que pasó de buscar – otrora - la nacionalización de los medios de producción, a luchar – ahora- por los famosos y apelativos derechos sociales (que no fundamentales, pues sin Estado no existirían). Esta fue su admirable evolución. La política social se convierte en una parte fundamental del Estado, y en lugar de ser un medio para el bienestar, resulta ser un fin en sí misma.

Como se ha llegado a este punto? No lo sé. Cuál es la solución? Tampoco. Pero tengo la certeza que en esto, ni el más laicista puede culpar ni a Dios ni al Papa, ni el más izquierdoso puede culpar al PP, al Prestige, o a la guerra de Iraq. El ciudadano-pelele se ha entretenido demasiado alzando la bandera o identificándose con o contra los partidos. No ha sido viceversa. Un PSOE pelele sería una buena noticia, quizás se hubiera dado cuenta que se gobierna para todos, hasta para los de derechas. Pero no es así. Recordemos a Felipe González hace no más de un año: cuando hay problemas en el Gobierno, cerrar filas al partido. Party time. Esto va unido al sistema electoral y su consiguiente representación disparatada en las Cortes.

La burocratización inherente del progresismo que, aprovechando el rechazo sociológico a los fantasmas del pasado reinventado, ha cuasi-institucionalizado su ética en la sociedad, ha provocado que el ciudadano-pelele no cese de pedirle favores al Estado, refugiándose en él, cediéndole el protagonismo y la independencia que su propia persona debería tener. Es obvio que la derecha, en este terreno, lleva las de perder. La libertad no es sinónimo de regalos estatales en forma de subsidios y subvenciones a las más diversas e insólitas empresas. Ni las ofertas del Carrefour fueron tan generosas como las del supermercado del progresismo ibérico. Y en esa coyuntura ideológica, no se deben olvidar los nuevos atributos de la progresía (el feminismo radical e ideología de género, aborto libre, laicismo, el ecologismo urbanita antitaurino etc.), que de forma vergonzante buscó al Estado (o incluso a la Autonomía), vía partido, para satisfacer sus necesidades fisiológicas.

De forma parecida y para ser francos (y no Francos), una gran parte de la primera derecha democrática de la década de los 80, y parte de los 90, fue culpable de no librarse del caciquismo y pelelismo imperante, y aprovechar la coyuntura del franquismo sociológico para atrasar escandalosamente el tren y darle más argumentos a la izquierda. En 2011, sin embargo, me arriesgo a afirmar que esta derecha se encuentra ya en silla de ruedas, y podemos ser testigos, si lo queremos, de un cambio tan positivo como obstaculizado por la actual progresia sociológica.

El partido anuncia en su programa, básicamente, que utilizará el Estado para regular todos los aspectos de la vida en la sociedad civil, a petición de buena parte de ella. Además de esto se da la licencia de, por citar algún ejemplo, incentivar el desempleo, financiar programas académicos en estudios feministas y mapas del clítoris, subvencionar filmes de ministros, o conceder vacaciones “gratis” al Mediterráneo para los estudiantes que quieran aprender inglés. Sin la complaciente cooperación de estos, sería más difícil llegar a la situación presente. Constato que de hecho, la derecha no ofrece tantas becas.

Este tipo de orgías entre sociedad y Estado, o sea, entre pueblo y "partido",  ha contribuido ciertamente  a la mejora de la crisis de la misma forma que una borrachera cura problemas de hipertensión. La dinamización en la esfera civil requiere la promoción del Estado, y no la dirección de este. Pero fundamentalmente precisa de su propia voluntad, con la madurez, el oído y la prudencia necesaria para solucionar los conflictos y no agravarlos. En el plano ideológico, ahí es donde se debe situar la derecha moderna, comprometida con la libertad y más centrada en la igualdad de oportunidades que en la igualdad de resultados, que apoye las redes sociales y no las dirija, y que deje claro que la solidaridad es un deber civil, y no una tarea que se delega al gobierno. Estas son sus notables diferencias con la izquierda que se encuentra actual e desgraciadamente en primera plana, y no creo que sean desventajas.

1 comment:

  1. Igual de ácido que siempre!! Comparto tu opinión, a la sociedad se nos compra... como en la vida misma.

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