Jun 14, 2010

Creación de riqueza y bienestar: políticas de sentido común


De entre muchos políticos que no sufren demasiado la crisis, unos esperan que el tiempo lo arregle todo, otros demonizan las políticas de creación de riqueza en favor de políticas sociales, y todos culpan de nuestra crisis a conservadores nativos,por un lado, y neoliberales y neocons norteamericanos con superpoderes mágicos, por otro, mientras la mayoría se quiere olvidar de que el Estado se construye y se mantiene con las contribuciones de las personas, las empresas, etc., siendo así que cuanto más exitosa la creación de riqueza, más perspectivas de bienestar existirán. Una consecuencia grave de que el gobierno llegase mal, tarde, y a rastro, es que las medidas de recortes de salarios, pensiones o subidas de impuestos, recaudan dinero para tapar agujeros, pero son pésimas para la creación de riqueza, y por lo tanto para el bienestar. El gobierno no previno, y el pueblo lo lamenta (y quien lo lamenta más es el que menos tiene). Un simple tijeretazo puede ser útil para reducir unas décimas de déficit hoy, pero sin reformas estructurales importantes, de las cuales la laboral se postula urgente – pero sólo dentro de un nuevo modelo productivo competitivo – desde hace mucho tiempo, nos veremos condenados a más de lo mismo en tiempos futuros.
Sabemos que la utopía de las políticas sociales se convierte en un absurdo cuando no existen otras políticas económicas detrás que las puedan sostener. El problema es que los socialistas demostraron no saber sostenerlas, pues sólo ahora comprueban que las palabras solas en las disputas de alta testosterona partidista no surten efecto, por muy mediáticas que sean. La utopía, de servir, sirve para caminar hacia delante de forma pacífica y segura, pero solamente si se dan los pasos ciertos, a veces duros e incómodos. El Estado debe vigilar los caminos para que nadie cometa injusticias, y asistir al más rezagado hasta que él pueda ser tan hábil como para caminar por sí sólo, pero nunca debe bloquearlos (ni dejar que otros, como los sindicatos, los bloqueen).
Después de ser testigos del fracaso de las políticas públicas socialistas, queda aún más claro que para estar cerca de esa utopía, que sirve como incentivo y no como dogma, es necesario que reflexionemos sobre las formas dignas, legítimas y eficientes de crear riqueza en un régimen de libertad, porque además, sin ellas, el Estado que todos nosotros sustentamos no contará siquiera con medios para aliviar los problemas de los más necesitados. A fin de cuentas, las políticas sociales nunca deberían dejar de estar relacionadas con políticas de sentido común.

Jun 9, 2010

A Poesia

A poesia é enfermidade
ou cura para doentes.

A beleza já existia antes da poesia?
Ou nasceu com ela?

Com certeza, alguns dos melhores poemas não foram escritos.
Também há muita gente que sabe ler um sorriso,
e pouca que compreenda o escrito com tinta.

A poesia morre quando nasce,
o poeta pensa que nasce quando escreve,
porque sem poemas não respira.


E quando nada faz ou nada escreve,
o tempo passa e não se passa nada.

Porventura morreu oferecendo oxigênio aos seus leitores...
se é que alguma vez os houve.

Homes de Estado e homes de partido

Certas formas de sistema parlamentar e de sistema eleitoral (as existentes en España) favorecen o partido en detrimento de unha relación cercana entre o deputado e o seu eleitorado, o que eleva inescapablemente a sua responsabilidade.
O feito de o deputado subordinarse ao seu partido, prestando contas máis a él que a unha circunscripción, fai que o partido político sexa un dos elementos centrais máis fortes da configuración política no noso país. Daí a importancia que ten que os seus líderes sexan responsables perante o pobo e o Estado, a través de unha boa vocación gobernativa ao servizo da cidadanía, deixando ás veces as doutrinas do programa de partido de lado cando o interese común o requer, tomando así decisións e preferencias que afectan a súa prevalencia no poder. Cando un líder fai isto só cando a presión de colegas estranxeiros é insustentáble, a súa responsabilidade perante o pobo e o Estado fica en cuestión.
Por iso, desgrazadamente vivimos malos tempos para a política (ainda que exista a esperanza de que de grandes retos surxan grandes solucións). Algúns dos académicos mais destacados no último século que se dedicaron ao estudo das teorías da democracia (Schumpeter, Lipset, etc...), coindicían nun punto importante para o funcionamento dunha democracia estable: bos líderes e ben formados, con un sentido de vocación, de servizo público, e de virtude cívica, tanto nos gobernos como nas oposicións, dende onde tamén se contribúe á lexislación.
O cuadro actual non nos mostra moitas destas características. Por un lado, os líderes do executivo pecaron de irresponsabilidade, non só coa política económica que agravou a crise dolorosamente, senón co impulso que deron a certas temáticas mais destructivas que constructivas, que axudaron a fracturar a sociedade e a fraxilizar a democracia. Isto valía para conseguir algúns votos mentres a situación económica era virtualmente positiva. Non sempre foron os temas con contido moral ou fracturante o problema – pois merecen ser debatidos – , polo contrario, foi o tacto co que estes foron tratados polas élites. Por exemplo, un líder da cúpula gubernamental non debería nunca acusar en público a un poder xudiciario independente de franquista. Isto é inconsecuente, incoerente e irresponsable, mais propio de un militante das xuventudes partidarias que de un ministro.
Por outro lado, os líderes da oposición, alén de non saber xerir o debate, acusan tamén unha falta de lideranza sólida, probándose incapaces de afirmarse como unha alternativa completa para os votantes do medio, dos cais depende o resultado eleitoral. As últimas semanas de crise foron unha oportunidade para conectar e enraizarse no público de forma mais natural e duradoura. Non foron capaces tampouco de promover un proxecto mais claro e que chegue a todo o mundo, e defender con mais efectividade os valores da dereita.
Por isto, mentres os presupostos socio-económicos que garanten estabilidade no sistema democrático enfraquecen con esta crise multi-sectorial, os líderes actuais non axudan a equilibrar este defeito. Unha boa lideranza é un pilar fundamental para resolver os problemas que se nos están presentando, non só pola sua eficiencia e o seu trabalho, mais também pola confianza que poden inspirar a unha grande parte dos cidadáns.
Chama a atención, porén, que a semana pasada, o señor José Bono manifestase que o país precisa mais homes de Estado e menos homes de partido (parafraseando unhas declaracións de Durán i Lleida a RNE uns meses atrás), comparando a coraxe de Zapatero coa de Winston Churchill. Desto último só podo dicir que é unha pequena falta de respeito – ou un chiste – á memoria deste líder e aos británicos (despois do “jilipollas integral” que lle dedicou a Blair, Bono non debe ter moitos fans na Inglaterra). Do primeiro, é unha pena que non llo dixera ao seu xefe de partido fai cinco anos, en vez de esperar a chamada de Obama, Merkel e compañía. Aforraríamos mais dun disgusto.

Jun 4, 2010

Dogma de fé y dogmatismo ideológico

Los militantes del laicismo más injusto continúan a defender una falacia que en un país normal, estaría ya totalmente fuera de cuestión. Consiste en reclamar la total separación de la Iglesia y el Estado, debido a la aconfesionalidad del Estado. Y digo, esto está totalmente fuera de cuestión pues el Estado es aconfesional desde los tiempos de nuestra democracia moderna.
De forma cruel, tratando católicos como fanáticos atrasados, los militantes reclaman la ausencia de cualquier elemento moral o ético que proceda de la religión católica. La libertad religiosa se traduce en la total ausencia de ella en el espacio público, contribuyendo así a que católicos tengan que esconder algo por lo que no se deben sentir culpables, sientiéndose penalizados, e por algunos comentadores atacados, simplemente por su fé. Esta actitud laica viola el principio de la libertad y pluralismo, fomenta la dictadura de la razón única, y nos deja más expuestos a un relativismo moral que discrimina a quien profese una religión, en este caso la católica, que por su parte, acepta y fomenta la separación de Iglesia y Estado. Cuando el Estado laico decide unilateralmente censurar la libertad religiosa, o la exposición de ciertos valores originados en el cristianismo, viola el principio de la división, por invadir el espacio de la fé con sus doctrinas laicistas. El Estado así adquiere una dimensión doctrinaria, una personalidad ideológica sostenida por sus elites, que sólo puede desembocar en terror y en la mitigación de cualquier espontaneidad religiosa.
Es además muy normal escuchar a ciertos comunistas o ateos hacer referencia a las palabras del evangelio “a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”(Mt. 22, 15-21). Llamazares se ayudaba de esta frase para recriminarle en las Cortes a Zapatero el asistir a una misa con Obama. Es normalmente incómodo oír a gente que se declara públicamente no creyente, y que incluso ataca valores religiosos, recurrir a citas bíblicas. Sin embargo, es precisamente esa cita una de las más significativas en lo que dice sobre la división entre el poder temporal y el poder eterno. Una persona educada en la fé – cristiana – sabe de esta aclaración, por eso respeta la clara diferencia entre los dos ámbitos, así como la libertad y la dignidad de las personas aunque no crean en el segundo poder. La función de la fé, dándole un inmenso sentido a la vida personal y a la vida con el prójimo pero manteniéndola al margen de los temas terrenos – políticos – , sólo influyéndola indirectamente a través de la personalidad de uno. El dogma de fé no se discute en los parlamentos, pues no es un tema político. La libertad para la educación, o el acceso a una salud universal, así como temas que tocan valores, principios, o ciertas cuestiones sociales son claramente temas en los que la personalidad católica de un político puede influir, a sabiendas aún de aquella división, y aceptando la democracia pluralista.
Creo sinceramente que más peligroso que el dogma de fé (que no interfiere con la vida política ni con la problemática de la vida social), es el dogmatismo ideológico, que (siendo una cuestión terrena) es para sus fieles incuestionable y superior. Ante la elevación de estas doctrinas a un nivel de perfección humano casi divino (pero sin llegar a atribuírle la etiqueta de religión), se convierte en más fácil el sometimiento de la sociedad civil a una y sólo una ideología, en este caso laica, científica, y que, presuntuosa y creyéndose arrogantemente perfecta, trata de eliminar la pluralidad y todas las otras ideas incómodas para ella, pero que son inherentes de la verdadera libertad cívica. Todo esto, para alcanzar la sociedad y el ser humano perfectos, a costa del desaparecimiento de la vida pública de lo diferente.
Al menos, católicos tienen la humildad de reconocer que son pecadores.