El gobierno impulsó un anteproyecto de ley “de igualdad de trato”, buscando la aplicación y armonía con la ley europea. Según EFE, 'la ministra ha afirmado que la ley tiene como objetivo completar el desarrollo del artículo 14 de la Constitución, que reconoce el derecho a no ser discriminado por nacimiento, origen racial o étnico, sexo, religión, opinión y que ahora también se garantiza el derecho a no serlo por edad, discapacidad, enfermedad o por orientación e identidad sexual. Asimismo, ha indicado que el anteproyecto incorpora por primera vez todas las definiciones en materia de discriminación que existen en la UE: por asociación, por error, por discriminación múltiple, por acoso discriminatorio, inducción o instrucción y por represalias'.
El anteproyecto, portanto, reafirma los derechos y los extiende hasta evitar la humillación por el físico. Estas andadas legislativas no siempre hacen un gran favor a la libertad y al sentido común – milagrosamente este todavía no ha sido ni prohibido ni definido en ningún texto constitucional. Por eso mismo, una ley de igualdad de trato que castigue la humillación a gordos y a feos, es una herramienta peligrosa que no va hacer más que contribuir a la división y tensión social. Donde están los límites entre la opinión, la libertad de expresión, la crítica, y la humillación? Es tal humillación claramente definible constitucionalmente, de tal forma que se pueda separar fácilmente la conducta éticamente errónea de la no errónea? Si yo me siento humillado por un amigo o mi novia, o por la opinión de un político, o por una marca de ropa, será tal caso sancionable legalmente? Ruego una respuesta a esto. Además, en el ámbito privado, es preciso no ignorar los peligrosos límites entre la preferencia por algo y la discriminación por lo demás. O sea, va a ser necesario demostrar toda motivación relativa a una elección personal? El intento de proteger a minorías, según escalas (edad, discapacidad, etc) es muy loable, aunque la discriminación positiva no deja de ser discriminación y requiere que portemos etiquetas por todos los lados, y aún sin avergonzarse de llevarlas orgullosamente en público, hace con que en lugar de ser vistos como personas, sean vistos por categorías sociales que dividen y confrontan a la sociedad en grupos a veces innecesariamente convertidos en antagonistas. Es, por lo tanto, necesario tratar estos temas con el cuidado que merecen.
No es todo. Después de esa inconclusa manifestación, el gobierno decide trazar el camino para una ley que regule los medios: una “ley mordaza”, a la que, con el pretexto de evitar que a través de los medios se fomente la crispación social, se recurra para limitar la libertad de los medios críticos con el gobierno, vía Consejo Audiovisual (Censurador), “independiente”. Sobra el insulto, pero, y la crítica? Me pregunto ahora, si ese consejo censurará a políticos, o sea, servidores públicos, que de vez en cuando lanzan una cañita al aire y usan un discurso radical, rancio, simplón, plano, e insultante, fungiendo la verdad y la mentira de forma que estas sirvan el objetivo de márketing político. Pero nunca el objetivo honesto de cumplir con la verdad ante los que pagan a los servidores públicos. Este es el progresismo del siglo XXI. Esperemos que si tal consejo existe, se dedique más a reducir y vigilar contenidos que no cumplen con la ley, por ejemplo, en materia de contenidos inadecuados en horarios infantiles, que a mitigar la crítica política.
El anteproyecto, portanto, reafirma los derechos y los extiende hasta evitar la humillación por el físico. Estas andadas legislativas no siempre hacen un gran favor a la libertad y al sentido común – milagrosamente este todavía no ha sido ni prohibido ni definido en ningún texto constitucional. Por eso mismo, una ley de igualdad de trato que castigue la humillación a gordos y a feos, es una herramienta peligrosa que no va hacer más que contribuir a la división y tensión social. Donde están los límites entre la opinión, la libertad de expresión, la crítica, y la humillación? Es tal humillación claramente definible constitucionalmente, de tal forma que se pueda separar fácilmente la conducta éticamente errónea de la no errónea? Si yo me siento humillado por un amigo o mi novia, o por la opinión de un político, o por una marca de ropa, será tal caso sancionable legalmente? Ruego una respuesta a esto. Además, en el ámbito privado, es preciso no ignorar los peligrosos límites entre la preferencia por algo y la discriminación por lo demás. O sea, va a ser necesario demostrar toda motivación relativa a una elección personal? El intento de proteger a minorías, según escalas (edad, discapacidad, etc) es muy loable, aunque la discriminación positiva no deja de ser discriminación y requiere que portemos etiquetas por todos los lados, y aún sin avergonzarse de llevarlas orgullosamente en público, hace con que en lugar de ser vistos como personas, sean vistos por categorías sociales que dividen y confrontan a la sociedad en grupos a veces innecesariamente convertidos en antagonistas. Es, por lo tanto, necesario tratar estos temas con el cuidado que merecen.
No es todo. Después de esa inconclusa manifestación, el gobierno decide trazar el camino para una ley que regule los medios: una “ley mordaza”, a la que, con el pretexto de evitar que a través de los medios se fomente la crispación social, se recurra para limitar la libertad de los medios críticos con el gobierno, vía Consejo Audiovisual (Censurador), “independiente”. Sobra el insulto, pero, y la crítica? Me pregunto ahora, si ese consejo censurará a políticos, o sea, servidores públicos, que de vez en cuando lanzan una cañita al aire y usan un discurso radical, rancio, simplón, plano, e insultante, fungiendo la verdad y la mentira de forma que estas sirvan el objetivo de márketing político. Pero nunca el objetivo honesto de cumplir con la verdad ante los que pagan a los servidores públicos. Este es el progresismo del siglo XXI. Esperemos que si tal consejo existe, se dedique más a reducir y vigilar contenidos que no cumplen con la ley, por ejemplo, en materia de contenidos inadecuados en horarios infantiles, que a mitigar la crítica política.
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