
Ayer fue el esperado debate en 59 Segundos de la 1 de TVE. Me pareció un buen debate, a pesar de que algunas posiciones deberían ser más consistentes. Mi posición es fácil, pues yo estoy escribiendo y en un directo no hay tiempo para la reflexión.
Creo que hay dos errores que se suelen cometer en los debates y en las posiciones políticas sobre Cuba.
Nadie pone en causa los logros de este país en salud y educación. Cuba maximiza como nadie los recursos que tiene en estas materias. Sin embargo es muy criticable (y creo que se debe criticar siempre), en el ámbito de la educación, la tendencia a la “indoctrinación” y la falta de libertad e independencia en la enseñanza, sobre todo en la superior. Crecer con el chip de que el Marxismo-Leninismo es un dogma “de fé” (tomándolo casi como una religión) no es un cultivo del todo saludable para el intelecto, al contrario. Tener una perspectiva Marxista-Leninista sobre las relaciones sociales, y sonhar con la violencia de la dictadura del proletariado en ningún país ha llegado a buen puerto.
Está comprobado, por la historia, que la socialización de los medios de producción en vista a una meta suprema es una violación frontal de los derechos y libertades fundamentales, además de un paso al totalitarismo. De funcionar sólo podría funcionar en una comunidad reducida, posiblemente indígena y tribal, donde no haya diversidad en los proyectos de vida de cada miembro, es decir, compartiendo un fin. Pero según la población crece, y la humanidad y el intelecto se desarrollan y se sofistican, la libertad de cada individuo para perseguir aquello que anhela, sin entrar en conflicto, con los demás, es ya un presupuesto, y ese presupuesto choca frontalmente con el poder discrecional y central que existe en Cuba.
La situación en la mayor de las Antillas es buena para algunos y pésima para otros. Como dicen en mi pueblo, “nunca chove a gusto de todos”. Que salga una multitud de Cubanos, sean miles o decenas de miles, a la calle a apoyar un régimen, a mi parecer no lo legitima. El énfasis en los derechos fundamentales exige que todos sean respetados, incluso los más débiles, en este sentido los que muestren desacuerdo con el castrismo. La opresión a una minoría continúa significando opresión. El problema de nuestra visión de la democracia en el continente europeo es que nos hace pensar que cualquier decisión tomada por la mayoría (+ 1) debe ser incontestable. Incluso cuando las consecuencias de esta nos lleven a la barbarie. Un gobierno democrático real debe estar debajo de la ley (no por encima, como en el caso del gobierno cubano), y debe permitir que todos, minorías y mayorías, puedan ejercer su libertad por igual. Todos estaríamos totalmente indignados de ver un régimen que ejerce opresión y disminuye las libertades de todos los ciudadanos. Acaso no sería moralmente igual de condenable ver como un mismo régimen comete las mismas atrocidades a menos personas? Realmente, no tengo la más mínima idea de cuanta gente en Cuba saldría a la calle en caso de que repentinamente se convocasen elecciones libres y pluralidad de partidos. Tal vez serían muchas, tal vez pocas.
Enrique Ubieta, escritor y periodista cubano (escribe en el Granma), en el mismo programa, realizó un comentario en el que recriminaba la doble moral en España. “Por qué un muerto en Cuba vale más que quinientos en Honduras?”. Sr. Ubieta, un muerto vale igual aquí y en la China. Los demócratas no hacemos tantas comparaciones como los simpatizantes de dictaduras, con el fin de legitimar el status quo. Acontece que, como usted sabe y estará orgulloso, el caso cubano es especial, muy especial por decir único en el mundo (todos los casos son en realidad únicos, pero este más). Además de tener un pueblo único, tuvo una revolución popular y defendida por una mayoría del pueblo que toma el poder a una dictadura cruel, pero que no tardó en instalar otra. Después de medio siglo, la nueva revolución se institucionalizó y se convirtió en otra dictadura (tanto me da que sea de izquierdas o de derechas, dictadura es dictadura y opresión es opresión). Mucho tiempo y muchas contradicciones se mezclan con el carinho especial que desde la península ibérica se tiene hacia Cuba. No sólo por el hecho de haber sido la más reciente joya de la corona española perdida, sino más por las posteriores relaciones entre los pueblos y los flujos de emigración. El padre de los Castro era de Láncara, Lugo. El padre de Frank Pais era gallego. Ameijeiras, que le da el nombre al gran hospital de La Habana era gallego. Y así se puede continuar. En mi pueblo, en la Costa da Morte, hubo una época en la que no había una sola casa en la que no hubiese emigrados a Cuba. Muchos serían padres de revolucionarios. Muchos lo serían de contrarevolucionarios. Y habría médicos, abogados, dependientes de gasolinera, ingenieros, taxistas, hijos de emigrantes a los que la política no le importaría ni un poco. Quiero decir con esto, que si en España o en Galicia se habla más de Cuba que de Honduras o de la China, es evidente que es por el cariño y la unión, los lazos comunes que existen entre ambas. Uno se preocupa y se suele lamentar más por la muerte de su hermano que por la muerte de un vecino, aunque a los ojos de la justicia todas sean de igual valor. Cuba es un paradigma en lo político y en lo sentimental, y cuando amigos cubanos claman al cielo contra la injusticia, es normal que se oigan muchas voces de debate en estos lugares. Una cosa es cierta, nadie habla por los que ya tienen voz.
La cuestión fundamental es que hay un régimen que no cumple unos padrones democráticos normales. Y cuáles son los normales y cuáles no? Los normales son los que asignan derechos individuales a todos y cada individuo, donde todos están protegidos igualmente bajo la ley, siendo esta aplicada de forma NO discrecional. Donde no hay unos que sean la ley, aunque lleven uniforme de comandantes. Donde hay un espacio para la libertad, individual y de expresión. Donde se respetan las minorías y las mayorías, y el mecanismo de control y división de poderes funciona correctamente para evitar que unos “iluminados omniscientes” asignen una meta suprema a todo el pueblo –introduciendo así el control totalitario en las vidas de todos— erigiéndose así portavoces de la voluntad del pueblo que en estos momentos no existe, porque el pueblo es una colección de voluntades. Donde no existe el miedo a la discrepancia.
Todos los regímenes son imperfectos. No decimos que aquí vivamos en un mundo de ángeles. Pero aquí tenemos derecho a decirlo.
Y por favor, los Willy-Toledos y Willi no se cuantas, que no confundan traición a la Patria con traición al partido comunista... porque eso huele mal. Una democracia no obliga a obedecer a los estatutos de un partido, que además, conquista y viola el estado sin piedad y sin dejar alternativa posible.
Creo que hay dos errores que se suelen cometer en los debates y en las posiciones políticas sobre Cuba.
Nadie pone en causa los logros de este país en salud y educación. Cuba maximiza como nadie los recursos que tiene en estas materias. Sin embargo es muy criticable (y creo que se debe criticar siempre), en el ámbito de la educación, la tendencia a la “indoctrinación” y la falta de libertad e independencia en la enseñanza, sobre todo en la superior. Crecer con el chip de que el Marxismo-Leninismo es un dogma “de fé” (tomándolo casi como una religión) no es un cultivo del todo saludable para el intelecto, al contrario. Tener una perspectiva Marxista-Leninista sobre las relaciones sociales, y sonhar con la violencia de la dictadura del proletariado en ningún país ha llegado a buen puerto.
Está comprobado, por la historia, que la socialización de los medios de producción en vista a una meta suprema es una violación frontal de los derechos y libertades fundamentales, además de un paso al totalitarismo. De funcionar sólo podría funcionar en una comunidad reducida, posiblemente indígena y tribal, donde no haya diversidad en los proyectos de vida de cada miembro, es decir, compartiendo un fin. Pero según la población crece, y la humanidad y el intelecto se desarrollan y se sofistican, la libertad de cada individuo para perseguir aquello que anhela, sin entrar en conflicto, con los demás, es ya un presupuesto, y ese presupuesto choca frontalmente con el poder discrecional y central que existe en Cuba.
La situación en la mayor de las Antillas es buena para algunos y pésima para otros. Como dicen en mi pueblo, “nunca chove a gusto de todos”. Que salga una multitud de Cubanos, sean miles o decenas de miles, a la calle a apoyar un régimen, a mi parecer no lo legitima. El énfasis en los derechos fundamentales exige que todos sean respetados, incluso los más débiles, en este sentido los que muestren desacuerdo con el castrismo. La opresión a una minoría continúa significando opresión. El problema de nuestra visión de la democracia en el continente europeo es que nos hace pensar que cualquier decisión tomada por la mayoría (+ 1) debe ser incontestable. Incluso cuando las consecuencias de esta nos lleven a la barbarie. Un gobierno democrático real debe estar debajo de la ley (no por encima, como en el caso del gobierno cubano), y debe permitir que todos, minorías y mayorías, puedan ejercer su libertad por igual. Todos estaríamos totalmente indignados de ver un régimen que ejerce opresión y disminuye las libertades de todos los ciudadanos. Acaso no sería moralmente igual de condenable ver como un mismo régimen comete las mismas atrocidades a menos personas? Realmente, no tengo la más mínima idea de cuanta gente en Cuba saldría a la calle en caso de que repentinamente se convocasen elecciones libres y pluralidad de partidos. Tal vez serían muchas, tal vez pocas.
Enrique Ubieta, escritor y periodista cubano (escribe en el Granma), en el mismo programa, realizó un comentario en el que recriminaba la doble moral en España. “Por qué un muerto en Cuba vale más que quinientos en Honduras?”. Sr. Ubieta, un muerto vale igual aquí y en la China. Los demócratas no hacemos tantas comparaciones como los simpatizantes de dictaduras, con el fin de legitimar el status quo. Acontece que, como usted sabe y estará orgulloso, el caso cubano es especial, muy especial por decir único en el mundo (todos los casos son en realidad únicos, pero este más). Además de tener un pueblo único, tuvo una revolución popular y defendida por una mayoría del pueblo que toma el poder a una dictadura cruel, pero que no tardó en instalar otra. Después de medio siglo, la nueva revolución se institucionalizó y se convirtió en otra dictadura (tanto me da que sea de izquierdas o de derechas, dictadura es dictadura y opresión es opresión). Mucho tiempo y muchas contradicciones se mezclan con el carinho especial que desde la península ibérica se tiene hacia Cuba. No sólo por el hecho de haber sido la más reciente joya de la corona española perdida, sino más por las posteriores relaciones entre los pueblos y los flujos de emigración. El padre de los Castro era de Láncara, Lugo. El padre de Frank Pais era gallego. Ameijeiras, que le da el nombre al gran hospital de La Habana era gallego. Y así se puede continuar. En mi pueblo, en la Costa da Morte, hubo una época en la que no había una sola casa en la que no hubiese emigrados a Cuba. Muchos serían padres de revolucionarios. Muchos lo serían de contrarevolucionarios. Y habría médicos, abogados, dependientes de gasolinera, ingenieros, taxistas, hijos de emigrantes a los que la política no le importaría ni un poco. Quiero decir con esto, que si en España o en Galicia se habla más de Cuba que de Honduras o de la China, es evidente que es por el cariño y la unión, los lazos comunes que existen entre ambas. Uno se preocupa y se suele lamentar más por la muerte de su hermano que por la muerte de un vecino, aunque a los ojos de la justicia todas sean de igual valor. Cuba es un paradigma en lo político y en lo sentimental, y cuando amigos cubanos claman al cielo contra la injusticia, es normal que se oigan muchas voces de debate en estos lugares. Una cosa es cierta, nadie habla por los que ya tienen voz.
La cuestión fundamental es que hay un régimen que no cumple unos padrones democráticos normales. Y cuáles son los normales y cuáles no? Los normales son los que asignan derechos individuales a todos y cada individuo, donde todos están protegidos igualmente bajo la ley, siendo esta aplicada de forma NO discrecional. Donde no hay unos que sean la ley, aunque lleven uniforme de comandantes. Donde hay un espacio para la libertad, individual y de expresión. Donde se respetan las minorías y las mayorías, y el mecanismo de control y división de poderes funciona correctamente para evitar que unos “iluminados omniscientes” asignen una meta suprema a todo el pueblo –introduciendo así el control totalitario en las vidas de todos— erigiéndose así portavoces de la voluntad del pueblo que en estos momentos no existe, porque el pueblo es una colección de voluntades. Donde no existe el miedo a la discrepancia.
Todos los regímenes son imperfectos. No decimos que aquí vivamos en un mundo de ángeles. Pero aquí tenemos derecho a decirlo.
Y por favor, los Willy-Toledos y Willi no se cuantas, que no confundan traición a la Patria con traición al partido comunista... porque eso huele mal. Una democracia no obliga a obedecer a los estatutos de un partido, que además, conquista y viola el estado sin piedad y sin dejar alternativa posible.
Acá abajo está el link para el debate 59 Segundos.
http://www.rtve.es/noticias/20100408/posturas-enfrentadas-debate-especial-sobre-cuba/326825.shtml
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