El escándalo que envuelve el Vaticano llama la atención por tres asuntos. La mayoría de comentadores críticos, que a su vez se hacen sonar tanto que parecen una mayoría aplastadora entre intelectuales, personas públicas y comunicadores (aunque no lo sean) sale al ruedo a dar su opinión, y con frecuencia, a realizar demandas a la Iglesia. Llama la atención en esta masa crítica, su sorprendente poca instrucción, favorecida por el gran apoyo de la comunicación social al morbo, a la polémica, y al rechazo de todo lo que huela a antiguo o tradicional (sólo porque sí, y punto). Es penoso ver el poco rigor y la desfachatez con la que algunos critican desde la ignorancia (siempre disfrazada de talento en la representación teatral lingüística que envuelve a los nóveles columnistas). Y además, es rematadadamente triste observar como aprovechan una desgracia, que ya estaba presente en nuestra tragicómica aldea global, para lanzar dardos, flechas, balas y todo lo que sea posible con tal de destruir la libertad para profesar pacíficamente una religión, en este caso la Católica. Curiosamente, un católico en el medio de un barrio post-moderno, se puede sentir más señalado que un perro verde. Es entonces tan extraño que un español o un portugués sean católicos? Debe ser que lo normal es que sean hindúes – como cambian los tiempos.
Pero vamos a los tres asuntos. Numerosos, de tal forma que pesados, comentarios exclaman que el Vaticano debe pedir disculpas. Desde la Carta del Papa a la Iglesia irlandesa (una auto-crítica feroz y sin precedentes en una carta abierta a todo el mundo -religiosos o no) cada día representantes de la Iglesia y de las conferencias episcopales de diversos países han hecho sucesivas auto-críticas, condenando y avergonzándose de todos los casos de pederastia y de abusos sexuales que han acontecido. Los casos han sido divulgados. Las disculpas y el malestar también. Las noticias nos cuentan que desde las instituciones eclesiásticas se está abordando el problema con fuerza, y afrontándolo, intentando encontrar soluciones, y previniendo más desgracias, además de castigar a quien tiene que ser castigado. Todos, en nuestro sano juicio, sabemos quien tiene que ser castigado. Por eso no llego a comprender la desesperación de algunos comentadores. Acaso no leen la prensa o ven las noticias? Un comunicador social debe tener varias fuentes de información, y la cobertura dada a este problema, es masiva, por lo tanto no debería haber disculpa.
En segundo lugar, estos comentadores, disfrazados de pseudo-sociólogos, apuran a decir que la raíz del problema radica en el celibato. Bravo por la rigurosidad de un análisis y un estudio profundo. Los pseudo-sociólogos, después de tener una conversación de cafetería en frente del Hola! Llegan a la profunda conclusión de que el celibato o la renuncia al sexo es el problema que causa la patología en cuestión, la pederastia. Desde los ascetas en la India, hasta los monjes budistas, pasando por los frailes –y curas— católicos y otros muchos grupos que dedican parte de su tiempo a la espiritualidad, llegando a plasmarla en libros, se enfatiza (y casi se teoriza) sobre el autocontrol y la abstinencia sexual, y los beneficios purificadores para el alma y el espíritu humano. Hay una inmensa serie de razones y motivaciones, de consecuencias espirituales, cada una acorde con cada cultura religiosa, detrás de este proceso de autocontrol y purificación espiritual. Incluso la forma física y la salud están en cuestión. Mi ignorancia no me permite disertarme mucho sobre este asunto, pero para el que quiera leer algo accesible sobre el asunto, se puede acercar a los escritos de Gandhi y entenderá el proceso. Pensar que una “acción” tan importante para el alma (o el cuerpo y la mente, para los excépticos) del que la realiza, tiene tales consecuencias es desconocer el mundo y tener una mente enferma. El que defiende que este tipo de abusos es por causa del celibato, está en realidad reconociendo que esa misma persona, sin sexo frecuente, cometería las mismas crueldades. O no tiene lógica, o el que lo dice, es una mente cruel y enferma.
En tercer lugar, existe otro elemento que es ridículo. Y es que la mayoría de la masa crítica, y que todo sea dicho, critica todo sin darle un vistazo intelectual (critican lo blanco por ser blanco, lo amarillo por ser amarillo, y lo rojo por ser rojo, sin saber como se forman los colores, y el mensaje que cada color nos intenta mandar) reclama que la Iglesia se modernice. Es curioso y absurdo que esta masa de soldados de la nada, no suelen ser católicos ni tener cualquier contacto con la iglesia. En ocasiones, lo habían reconocido. Sin embargo, si yo no pertenezco al Club de Pesca de mi barrio, no tendría la gran cara de decirles que tipo de reglas deben poner. La Iglesia no se rige por la oferta y la demanda, como algunos desearían. Puede preocuparse con la imagen, como tiene que ser, sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de los que la quieren oscurecer y perjudicar con tanta fuerza. Pero cuando una institución tradicional de este carácter abdique de sus valores –que por cierto, son cimientos fundamentales de la moral y del pensamiento occidental y que moldean nuestras costumbres y nuestro día a día, incluyendo las de muchos de nuestros compatriotas ateos – para captar más “consumidores”, dejará de ser la Iglesia, y perderá la espiritualidad y la fidelidad a esos principios. La Iglesia no debe ignorar la realidad, pero no se debe poner a la venta. Aconsejo a los que reclaman y demandan modernización, y dicen no ser católicos, que no se preocupen tanto por algo que no entienden y donde no quieren pertenecer.
Es lamentable ver como la “masa” se regocija entre desgracias. Parece que algunos se alegran de ver como algo así ocurre. Siempre están al acecho del infortunio para lanzar sus flechas, usando y beneficiándose de la putrefacción, de la que muchos de ellos se hacen parte. Sonríen porque tienen un pretexto para hundir a alguien, mientras las verdaderas víctimas son realmente olvidadas por ellos.
Por último, no hay que olvidar que esta plaga que ha afectado la sociedad, no ha infectado sólo a la Iglesia, sino que la Iglesia ha sido la última en ser infectada, y en mucha menor escala que el resto de círculos de la sociedad. La labor educativa de las instituciones eclesiásticas es completísima, y está en todos los terrenos. En muchísimos aspectos, y en las áreas más desfavorecidas y donde están los más pobres, la actividad relativa a la formación y a la educación de los integrantes de la Iglesia es fundamental y necesaria, por más que le duela a la “masa”.
Pero vamos a los tres asuntos. Numerosos, de tal forma que pesados, comentarios exclaman que el Vaticano debe pedir disculpas. Desde la Carta del Papa a la Iglesia irlandesa (una auto-crítica feroz y sin precedentes en una carta abierta a todo el mundo -religiosos o no) cada día representantes de la Iglesia y de las conferencias episcopales de diversos países han hecho sucesivas auto-críticas, condenando y avergonzándose de todos los casos de pederastia y de abusos sexuales que han acontecido. Los casos han sido divulgados. Las disculpas y el malestar también. Las noticias nos cuentan que desde las instituciones eclesiásticas se está abordando el problema con fuerza, y afrontándolo, intentando encontrar soluciones, y previniendo más desgracias, además de castigar a quien tiene que ser castigado. Todos, en nuestro sano juicio, sabemos quien tiene que ser castigado. Por eso no llego a comprender la desesperación de algunos comentadores. Acaso no leen la prensa o ven las noticias? Un comunicador social debe tener varias fuentes de información, y la cobertura dada a este problema, es masiva, por lo tanto no debería haber disculpa.
En segundo lugar, estos comentadores, disfrazados de pseudo-sociólogos, apuran a decir que la raíz del problema radica en el celibato. Bravo por la rigurosidad de un análisis y un estudio profundo. Los pseudo-sociólogos, después de tener una conversación de cafetería en frente del Hola! Llegan a la profunda conclusión de que el celibato o la renuncia al sexo es el problema que causa la patología en cuestión, la pederastia. Desde los ascetas en la India, hasta los monjes budistas, pasando por los frailes –y curas— católicos y otros muchos grupos que dedican parte de su tiempo a la espiritualidad, llegando a plasmarla en libros, se enfatiza (y casi se teoriza) sobre el autocontrol y la abstinencia sexual, y los beneficios purificadores para el alma y el espíritu humano. Hay una inmensa serie de razones y motivaciones, de consecuencias espirituales, cada una acorde con cada cultura religiosa, detrás de este proceso de autocontrol y purificación espiritual. Incluso la forma física y la salud están en cuestión. Mi ignorancia no me permite disertarme mucho sobre este asunto, pero para el que quiera leer algo accesible sobre el asunto, se puede acercar a los escritos de Gandhi y entenderá el proceso. Pensar que una “acción” tan importante para el alma (o el cuerpo y la mente, para los excépticos) del que la realiza, tiene tales consecuencias es desconocer el mundo y tener una mente enferma. El que defiende que este tipo de abusos es por causa del celibato, está en realidad reconociendo que esa misma persona, sin sexo frecuente, cometería las mismas crueldades. O no tiene lógica, o el que lo dice, es una mente cruel y enferma.
En tercer lugar, existe otro elemento que es ridículo. Y es que la mayoría de la masa crítica, y que todo sea dicho, critica todo sin darle un vistazo intelectual (critican lo blanco por ser blanco, lo amarillo por ser amarillo, y lo rojo por ser rojo, sin saber como se forman los colores, y el mensaje que cada color nos intenta mandar) reclama que la Iglesia se modernice. Es curioso y absurdo que esta masa de soldados de la nada, no suelen ser católicos ni tener cualquier contacto con la iglesia. En ocasiones, lo habían reconocido. Sin embargo, si yo no pertenezco al Club de Pesca de mi barrio, no tendría la gran cara de decirles que tipo de reglas deben poner. La Iglesia no se rige por la oferta y la demanda, como algunos desearían. Puede preocuparse con la imagen, como tiene que ser, sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de los que la quieren oscurecer y perjudicar con tanta fuerza. Pero cuando una institución tradicional de este carácter abdique de sus valores –que por cierto, son cimientos fundamentales de la moral y del pensamiento occidental y que moldean nuestras costumbres y nuestro día a día, incluyendo las de muchos de nuestros compatriotas ateos – para captar más “consumidores”, dejará de ser la Iglesia, y perderá la espiritualidad y la fidelidad a esos principios. La Iglesia no debe ignorar la realidad, pero no se debe poner a la venta. Aconsejo a los que reclaman y demandan modernización, y dicen no ser católicos, que no se preocupen tanto por algo que no entienden y donde no quieren pertenecer.
Es lamentable ver como la “masa” se regocija entre desgracias. Parece que algunos se alegran de ver como algo así ocurre. Siempre están al acecho del infortunio para lanzar sus flechas, usando y beneficiándose de la putrefacción, de la que muchos de ellos se hacen parte. Sonríen porque tienen un pretexto para hundir a alguien, mientras las verdaderas víctimas son realmente olvidadas por ellos.
Por último, no hay que olvidar que esta plaga que ha afectado la sociedad, no ha infectado sólo a la Iglesia, sino que la Iglesia ha sido la última en ser infectada, y en mucha menor escala que el resto de círculos de la sociedad. La labor educativa de las instituciones eclesiásticas es completísima, y está en todos los terrenos. En muchísimos aspectos, y en las áreas más desfavorecidas y donde están los más pobres, la actividad relativa a la formación y a la educación de los integrantes de la Iglesia es fundamental y necesaria, por más que le duela a la “masa”.
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