La ideología es peligrosa cuando toma el primer plano de la vida social, es decir, cuando se sacraliza y se idolatra. Entonces, se la intenta imponer al prójimo (o a los conciudadanos, como dirían algunos) como proyecto final de salvación laica de manera desesperada. O lo aceptamos, o somos forzados a subordinarnos a él.
La ideología de este tipo hace que el primer plano personal se mezcle y se homogeneice con el primer plano político, hasta que la persona no diferencia uno del otro.Por el contrario, la religión, en este caso la católica, es un elemento individual y al mismo tiempo colectivo: posee un carácter de encuentro personal profundo e inclusivo, para todo un abanico de personalidades diversas. La religión permanece entonces en un primer plano personal, pero secundario en lo político. Puede moldar nuestras preferencias, pero a través de nuestra personalidad, como otras características inherentes de un ser humano y sociable. Por lo tanto, no es un elemento de imposición, sino un alimento del alma, no violento a terceros (sólo puede ser lo contrario), que contribuye al bienestar del individuo y a la feliz cohesión de este en su comunidad. El ser humano nunca deja de ser el vehículo de la religión. La ideología extrema se convierte ella propia en un vehículo que atropella la especificidad de cada uno.
La religión católica crece dentro de uno, forma e informa, y ante ciertos desafíos, se opone, pero no se impone ni oprime. No entra en conflicto con las libertades individuales de los demás, porque simplemente emite opiniones y sus leyes son sólo morales y no civiles.
La idolatría de la ideología, se convierte en fanatismo político, y el "iluminado" portador de ideas intenta proyectar su orden ideal en el mundo, sin quedar más remedio que imponerlo ante los disidentes. En palabras de Rousseau, el disidente tendría que "ser forzado a ser libre". Por no estar en el ámbito político, la religión no cuenta ni puede contar con disidentes de este tipo. Como máximo, cuenta con escépticos que no reciben castigo por serlo.
El esclavo de la ideología rechaza la caridad y la compasión, y las diferencia de su preferida solidariedad. A veces incluso cree en los milagros: piensa que la riqueza cae del cielo y que no se debe de esforzar. Su falso altruísmo y su aparente oposición al materialismo y consumismo, le lleva a defender la igualdad material, aunque él no sabe que dando su tesoro y su riqueza a los pobres, tendrá un tesoro y una riqueza mayor en el cielo. Así es el último el que está dispuesto a sudar para ayudar, y el anterior quien escapa de responsabilidades de ese tipo.
Por esto, el libre pensador o el ateo comunista, cuando se manifiesta contra la religión -católica en este caso- está tan equivocado. Es el tomar las ideas al límite de lo sagrado en el orden político lo que resulta perjudicial para la comunidad. Nunca principios y valores, que sirven para profundizar el orden espiritual y moral de las personas libremente, van a provocar conflicto social, salvo que se tenga miedo de ellos (y por el vacío que resulta de su ausencia), y por ese motivo, se les confronte con violencia.
La ideología de este tipo hace que el primer plano personal se mezcle y se homogeneice con el primer plano político, hasta que la persona no diferencia uno del otro.Por el contrario, la religión, en este caso la católica, es un elemento individual y al mismo tiempo colectivo: posee un carácter de encuentro personal profundo e inclusivo, para todo un abanico de personalidades diversas. La religión permanece entonces en un primer plano personal, pero secundario en lo político. Puede moldar nuestras preferencias, pero a través de nuestra personalidad, como otras características inherentes de un ser humano y sociable. Por lo tanto, no es un elemento de imposición, sino un alimento del alma, no violento a terceros (sólo puede ser lo contrario), que contribuye al bienestar del individuo y a la feliz cohesión de este en su comunidad. El ser humano nunca deja de ser el vehículo de la religión. La ideología extrema se convierte ella propia en un vehículo que atropella la especificidad de cada uno.
La religión católica crece dentro de uno, forma e informa, y ante ciertos desafíos, se opone, pero no se impone ni oprime. No entra en conflicto con las libertades individuales de los demás, porque simplemente emite opiniones y sus leyes son sólo morales y no civiles.
La idolatría de la ideología, se convierte en fanatismo político, y el "iluminado" portador de ideas intenta proyectar su orden ideal en el mundo, sin quedar más remedio que imponerlo ante los disidentes. En palabras de Rousseau, el disidente tendría que "ser forzado a ser libre". Por no estar en el ámbito político, la religión no cuenta ni puede contar con disidentes de este tipo. Como máximo, cuenta con escépticos que no reciben castigo por serlo.
El esclavo de la ideología rechaza la caridad y la compasión, y las diferencia de su preferida solidariedad. A veces incluso cree en los milagros: piensa que la riqueza cae del cielo y que no se debe de esforzar. Su falso altruísmo y su aparente oposición al materialismo y consumismo, le lleva a defender la igualdad material, aunque él no sabe que dando su tesoro y su riqueza a los pobres, tendrá un tesoro y una riqueza mayor en el cielo. Así es el último el que está dispuesto a sudar para ayudar, y el anterior quien escapa de responsabilidades de ese tipo.
Por esto, el libre pensador o el ateo comunista, cuando se manifiesta contra la religión -católica en este caso- está tan equivocado. Es el tomar las ideas al límite de lo sagrado en el orden político lo que resulta perjudicial para la comunidad. Nunca principios y valores, que sirven para profundizar el orden espiritual y moral de las personas libremente, van a provocar conflicto social, salvo que se tenga miedo de ellos (y por el vacío que resulta de su ausencia), y por ese motivo, se les confronte con violencia.
Coincido totalmente con lo que decis! Y es muy clara y grafica tu opinion. Yo diria que lo mismo se observa en la mayoria de las religiones, siempre y cuando estas no se encuentren unidas al poder politico ( lo que sucede en muchos paises musulmanes).
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