
Se dice y se repite, entre el marxismo, el bolivarianismo, y similares, que Chávez ha sido el líder que más elecciones ha ganado. Puede ser cierto. No entro a valorar, porque me faltan datos y tiempo, si este el líder bolivariano ha hecho trampas – o no – , pero lo que si defiendo es que contar con un 51% de los votos no da derecho a situarse por encima de la ley. Hugo Chávez y su equipo, en el cual son ya frecuentes las dimisiones y despidos en situaciones bizarras, han modificado de tal manera el marco de la ley, que todo lo que no es chavista tiende a ser inconstitucional. La propiedad y la libertad (de forma muy especial la libertad de expresión) han sido fuertemente condicionados al gusto de este presidente que, hace cada vez más suyas aquellas famosas palabras de Fidel Castro: “dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”.
La democracia no es simplemente lo que Chaves pretende que sea: un simple sufragio, manejable si cabe (en un país en el que la abstención roza las nubes). La democracia es también la protección de las minorías, así como vivir en un estado de derecho, en el que la ley no se cambia según la conveniencia de una persona. La igualdad no es sólo poder contar con un servicio médico en un barrio, sino estar protegidos de la misma forma y por la misma ley, sin discriminaciones. Cuando esa ley es continuamente mudada al antojo y gusto de un jefe de estado, se puede decir que los derechos básicos pierden rigidez y sentido, y el sujeto de derechos y deberes, deja de saber en que momentos está protegido. Por ello, la conducta de la persona se hace extremadamente fácil de controlar, apareciendo así el estado arbitrario que un caudillo en chándal ha decidido establecer. En su visión retorcida de la democracia, cree que un puñado de votos le da el derecho de situarse por encima de la ley, valga la redundancia. La libertad pierde totalmente el sentido cuando uno vive en un mundo en el que el poder, en manos de un señor, se ha vuelto arbitrario, y no sabe con precisión si lo que se tiene, se dice o se hace hoy, podrá ser tenido, dicho o hecho mañana sin represalias del estado. La libertad civil es imposible cuando la ley es simple y llanamente la voluntad del caudillo.
Chávez le ha dado protagonismo a los que habían sido cruelmente olvidados por generaciones. Pero, de alguna forma les ha hecho más dependientes. El propósito de la misión Barrio Adentro es sin duda admirable. Y sin embargo, corre el rumor de que el impacto positivo de este proyecto no llega ni a muchos siquiera. Tener médico no significa vivir en una democracia participativa. Y charlar en una asociación de vecinos, aunque revolucionaria, tampoco me lo parece. La corrupción del régimen hace con que muchos de los materiales o fondos destinados a estas pequeñas infraestructuras “desaparezcan” por el camino. Y en términos de seguridad, el asunto ha empeorado radicalmente, con Caracas siendo la segunda ciudad más violenta y peligrosa del mundo. Los secuestros aumentan, al igual que el desempleo. La productividad, centrada obviamente en el petróleo, es bajísima teniendo en cuenta la magnitud y el margen de oportunidad. Las fuerzas de los petrodólares se destinan a discursos y a retórica radical, y los destinatarios de las políticas sociales reciben al médico cubano, pero no consiguen oportunidades reales de integración a través de una evolución en el trabajo o formación (por mucho que se insista en la educación bolivariana, la miseria del 98 no ha sido transformada). Y el presidente que se declara marxista pero no ha leído Marx no cesa de decir barbaridades y ahogar cualquier oposición (además de proteger terroristas vascos y colombianos). Y, asfixiandola de tal manera, no sorprende otra victoria del bolivariano.
Como decían varios venezolanos en un reciente documental de RTVE, Venezuela vive atrapada entre el pasado y el presente. Un pasado al que no desea volver. Y un presente que no ofrece oportunidades de evolución, del que no se vislumbra un futuro.
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