
Desde que Enrique VIII decidió fundar su propia Iglesia, para así poder contraer matrimonio con Ana Bolena en detrimento de la católica Catalina de Aragón, los católicos han permanecido en una minoría significante (cerca de seis millones en estos momentos). Durante la visita ha dado la impresión de que ese cisma – creado de arriba para abajo y no lo contrario – entre los adeptos del Vaticano y los fieles anglicanos, ha desaparecido por algunos momentos. Es cierto que algunas cuestiones que dividen la Iglesia Anglicana en dos bandos hacen que el sector más tradicionalista de esta esté, por afinidad, mucho más cerca de la Iglesia de Roma que el otro grupo (que, por ejemplo, defiende el obispado de las mujeres sacerdotes). No es mi intención hacer una observación sobre estos pequeños conflictos (que son realmente minúsculos en comparación con la magnitud de las verdades que todos comparten), pues mi humilde opinión no puede existir acerca de ellos por falta de información y documentación adecuada. Brevemente, sí me gustaría hacer eco del éxito y el simbolismo de esta visita.
El Primer Ministro británico decía en un elegante comunicado en el que se mostraba muy favorable a la visita papal – al igual que respetuoso por la libertad religiosa – que “quizás no siempre estemos de acuerdo con la Santa Sede, pero eso no debe impedirnos reconocer que el mensaje general de ésta puede ayudar a plantearnos preguntas sobre nuestra sociedad y la forma en que nos tratamos nosotros mismos y a los demás”. Y es cierto. La línea que han seguido los gobiernos ingleses de los últimos tiempos, tanto de izquierdas como de derechas, ha sido bastante franca y tolerante con los asuntos sobre religión. Cameron recordaba la labor social de la Iglesia, no sólo en el Reino Unido, sino – de forma especial – en el Tercer Mundo. Incluso Tony Blair había manifestado que prefería las escuelas dirigidas e inspiradas por entidades e credos religiosos, por la fuerte presencia de los valores humanos en la enseñanza de los jóvenes en estos centros.
El lema de la visita “Heart Speaks Unto Heart” (el corazón le habla al corazón), se debe a una frase del cardenal Newman, que es según Cameron, “uno de los grandes ingleses de su época y de todos los tiempos”. Además de todos los compromisos típicos de una visita oficial de Estado, o una visita pastoral, el gran momento de la estancia de Su Santidad en Inglaterra ha sido la beatificación de este cardenal, el cual en su vida se convirtió a la Iglesia católica renunciando así a la inglesa, en un tiempo y lugar en el que esto podía ser causa de persecución. Muchos otros intelectuales británicos seguirían este camino de conversión al catolicismo, entre ellos destaco a Tolkien y Chesterton. Esta beatificación de Newman no ha sido bien vista por el sector menos proclive al Vaticano dentro del anglicanismo, pues acontece después de que el Vaticano haya permitido la entrada de muchos sacerdotes tradicionalistas y descontentos con la “Church of England” en sus filas.
"Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla", afirmó el Papa, recordando las palabras del cardenal.
Por esto la visita del Papa al Reino Unido ha sido un éxito. Porque, a pesar de las críticas (que nunca faltan y muchas de ellas son absolutamente legítima), en su primera eucaristía, Benedicto XVII reunió en Escocia a 60.000 fieles. Y Su Santidad, además, como se destaca en la blogosfera, ha roto tres records en las islas británicas: ha sido el primer Papa en pisar la sede del Primado anglicano; el primer Papa que entró en la Abadía de Westminster, y que además realizó una ceremonia conjunta; y el primer Papa que entró y dio un discurso en el Westminster Hall, ante personalidades de la esfera civil y política (por ejemplo, Blair felizmente sentado al lado de su “gran amigo” Brown). La beatificación del cardenal Newman, en Birmingham, contó con la presencia de aproximadamente 70.000 personas.
Resumiendo: la visita ha sido un éxito. La respuesta de los fieles católicos, así como de las autoridades y personalidades civiles han constituído una prueba de ello. Otra se consuma con la profundidad del discurso de Benedicto XVI (como siempre condenando el relativismo impregnado en Europa y favoreciendo a una sociedad libre y tolerante), que parece haber calado hondo y sorprendido a algunos católico-escépticos.

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