Oct 26, 2010

La saga de los "morritos"

Si parecía que nada iba a resultar más mediático que los cambios del Ejecutivo de la semana pasada, a las huestes de la política nacional se les ha brindado una polémica frívola – otra más en la política española. La saga va más o menos así; ante el nombramiento de Leire Pajín como Ministra de Sanidad, el alcalde de Valladolid, León de la Riva, comenta que ésta es «una chica preparadísima, hábil y discreta», que va a «repartir condones a diestro y siniestro» y cuya «carita» y «morritos» le provoca siempre pensar en «lo mismo». Los socialistas reaccionan criticando el machismo, pidiendo dimisiones, responsabilidades, condenas, y llamando al Estado de Sitio. Las tropas de acercaron a Valladolid para controlar al alcalde por su zafiedad (la de “morritos”, supongo). El país se paró, y al alcalde castellano se le negó el saludo. El pidió perdón. Pero los socialistas se hicieron de rogar. Y volvió a pedir perdón. Y la guerra continuó. Los socialistas se hicieron de rogar. Atacando. Entonces, en medio de tales ataques, o contraataques – ya ni sé – Blanco sugiere en tono burlesco que a Rajoy “se le ve el plumero”, aludiendo a su supuesta homosexualidad. Y el alcalde de Valladolid volvió a pedir disculpas. Y Pajín y sus coleguitas supermachos, se siguen haciendo de rogar.
Ya Guerra le había llamado “mariposón” a Rajoy en Rodiezmo, con la virilidad del puño en alto. Y Bono le dedicó a Aguirre un “Esperanza es de las que besan de día, y muerden de noche”, sin olvidar el "jilipollas integral" a Tony Blair. Así que, de educados es pedir disculpas, así como aceptarlas. Todos somos humanos, y unos tienen un sentido del humor más trabajado que otros. El "mariposón" de Guerra o el "jilipollas integral" de Bono, no pueden competir con la sofisticación satírica del alcalde de Valladolid, que sigue pidiendo disculpas. Y los blancos y pajines, a hacerse de rogar. De esas dotes sofisticadas ha hecho un análisis de Prada, en una columna que no he dudado en "referir".
A continuación, dos artículos sobre la saga “morritos”. El primero, el de Juan Manuel de Prada; un gracioso e irónico análisis literario de los recursos estilísticos en las famosas manifestaciones del alcalde de Valladolid, sin dejar de lado las lágrimas del ya ex-ministro Moratinos. Y el segundo, de Ignacio Camacho, sobre el fiasco igualitarista-feminista del ejecutivo, y el rudo, vulgar y desafortunado temperamento del político español.
LOS MORRITOS Y LA RETÓRICA
LE han llovido las collejas a Javier León de la Riva, por dedicar a Leire Pajín una etopeya de intención satírica que comenzaba caracterizándola como «una chica preparadísima, hábil y discreta»; en lo que el alcalde vallisoletano no hace sino parodiar el procedimiento de los tres adjetivos encadenados, que Valle-Inclán utilizara con tanta fortuna para retratar al marqués de Bradomín. León de la Riva podría haber dicho de Leire Pajín que era «ignara, torpe e indiscreta»; pero prefirió introducir la ironía, en lo que demostró dotes retóricas nada desdeñables. También las demostró en su siguiente pulla, cuando afirmó que Pajín «va a repartir condones a diestro y siniestro por donde quiera que vaya», en donde León de la Riva empleó la elipsis con intención sarcástica; pues, como bien se sabe, una ministra progresista de sanidad, además de repartir condones a diestro y siniestro, desempeña otras muchas labores anejas al cargo: por ejemplo, obligar bajo coacción a los farmacéuticos a vender píldoras abortivas; por ejemplo, despilfarrar el dinero público comprando tropecientas mil vacunas contra una enfermedad fantasmagórica para que se pudran en los sótanos de los hospitales, etcétera. León de la Riva podría haber probado a enumerar todas las labores a las que se dedica una ministra progresista de sanidad; pero entre la enumeración caótica y la elipsis eligió esta última, y el efecto retórico logrado vuelve a ser irreprochable.
Más discutible, en términos de preceptiva literaria, es la tercera pulla que León de la Riva dirige a Pajín: «Cada vez que le veo la cara y esos morritos, pienso lo mismo, pero no lo voy a decir aquí». A esto en retórica se le llama paralipsis, que consiste en declarar que se omite algo, cuando de hecho se aprovecha la ocasión para llamar la atención sobre ello: pero se trata de una paralipsis fallida, porque ese algo que aquí se omite a la vez que se recalca es de mal gusto; y, además, para lograr el efecto cómico se alude a las peculiaridades físicas de la caricaturizada, recurso sobre el que no existe acuerdo entre los rétores: hay quienes lo juzgan válido y hasta feliz; y hay quienes, por el contrario, lo condenan por burdo y facilón. Pero el efecto cómico logrado a costa de las peculiaridades físicas del prójimo era recurso empleado sin rebozo por los maestros del Siglo de Oro, con Quevedo a la cabeza. Podemos aceptar que a León de la Riva se le tilde de chocarrero, como algunos tildan a Quevedo. Pero tildarlo de machista es tan estúpido como tildar de feminista a quien haga chistes de intención sicalíptica con la calva de Rubalcaba o el bigote de Aznar. Pajín, que yo sepa, no encarna el universal femenino, por muy metonímicos y estupendos que nos pongamos; pero nada hay tan universalmente estúpido como la corrección política.
Más indecorosa que la paralipsis de León de la Riva se me antoja el repertorio de morritos, plañidos y pucheros que Moratinos desplegó, en su relevo como ministro, para los que hubiesen venido pintiparadas aquellas palabras que la sultana Aixa espetó a Boabdil: «Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre». Y, desde luego, puestos a comparar, la etopeya que León de la Riva dedicó a Pajín denota más decoro retórico que el hiperbólico ditirambo que el depuesto Moratinos dirigió a Zapatero: «Es el líder internacional con más visión, compromiso y capacidad de creatividad». Salvo que... la intención de Moratinos fuese irónica; en lo que demostraría ser más fino y malévolo ironista que León de la Riva.
JUAN MANUEL DE PRADA
ABC. Día 23/10/2010
COSA DE HOMBRES
DESPUÉS de tanto discurso feminista, de tanto énfasis en los derechos homosexuales y de tanto Ministerio de Igualdad, Zapatero ha apelado a la testosterona en cuanto las cosas se le han puesto realmente feas. El igualitarismo a la violeta y el feminismo de salón sonaban bonito cuando la prosperidad permitía políticas de diseño e imposturas posmodernas, pero a la hora de la zozobra el presidente ha decidido atarse literalmente los machos y se ha rodeado de un círculo de pretorianos varones —y barones— para que le saquen del aprieto. El bibianismo ha resultado flor fallida de un bienio escaso y la paridad ha sido sacrificada al pragmatismo. Los cinco rostros dominantes del nuevo equipo de dirección socialista, los dueños del mensaje del partido y del Gobierno, son masculinos: el propio Zapatero, Rubalcaba, Jáuregui, Blanco y Marcelino Iglesias; las señoras quedan relegadas a un papel subalterno. En el momento de la verdad, el progresismo igualitario y el glamour de la pasarela de La Moncloa han pasado a mejor vida porque sólo formaban parte del atrezzo, de la gestualidad impostada de un lenguaje político artificial. Era la última frontera que le quedaba por traspasar al zapaterismo en su brusca reconversión de supervivencia, tras envainarse el proteccionismo social y enmendar la totalidad de su programa; está en juego el poder y eso parece un asunto de hombres.
Con tanto ardor androgénico y tan repentina sobredosis de esteroides no es de extrañar que algunos se hayan pasado de frenada y convertido la consigna de hostigar al PP en barra libre para un debate de garrafa. La broma de Pepe Blanco sobre el plumero de Rajoy tiene un tufillo homófobo de política tabernaria; el ministro se echó atrás ayer ante Carlos Herrera al ver que el envenenado chistecillo trascendía en un contexto de alarmante crecida de crispación ad hominem, pero las risas cómplices del auditorio desmienten el desmentido: si no quería decir lo que dijo su tono equívoco fue interpretado de forma inequívoca, y no es hombre de muchas sutilezas ni ambigüedades. Después de la cabestrada del alcalde de Valladolid y la sobreactuada respuesta del PSOE los ánimos están inflamados en un ambiente de sobrecarga eléctrica. Podemos volver a la confrontación de insulto y garrote, al sexismo de brocha gorda, al comadreo calumnioso y a una presunta masculinidad celtibérica de boina y pana insólitamente propagada por los recientes adalides del posfeminismo.
Al final, la democracia deliberativa, los derechos civiles, el respeto, el talante y otros efectos de posmodernidad retórica no eran más que superestructuras ornamentales de una política tan bronca y tradicional como de costumbre, una testiculocracia de gónadas sobrecalentadas. Ni feminismo, ni igualitarismo ni gaitas: cuando se calienta de verdad un debate, el español cabreado siempre acaba llamando maricón al adversario.
IGNACIO CAMACHO
ABC. 26/10/2010

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