Berlusconi es el Primer Ministro de Italia. Es empresario multimillonario, además dueño de una gran parte de los medios de comunicación. Es un fiestas, un vividor, un mujeriego, y además, elegido como Rocker del año por la Rolling Stone. Tiene un currículo sin fin en procesos judiciales, en el cual resalta estos días la noticia de que va a ser juzgado próximamente en Milán por delitos de “corrupción de menores y prostitución”, tras el famoso caso de Ruby, la joven marroquí, aún menor de edad cuando asistió a una famosa fiesta del primer ministro italiano, que nadie sabe si es o no es sobrina de Mubarak. Esta acusación es superlativamente grave, y de ser cierta, se debería hacer justicia por encima de cualquier inmunidad política. Pero hasta aquel supuesto, la presunción de inocencia debe prevalecer.
Casi nadie duda acerca de la poca idoneidad de tener un jefe de Gobierno de las características de Berlusconi: machista, mujeriego, playboy, intelectualmente pobre, etc. A pesar de esto, estas características son realmente parte de su esfera privada, con la cual él no ha tenido mucha fortuna -- espiritual -- y la cual, en teoría, poco tendría que ver con la eficiencia de su desempeño político. Sin embargo el hecho de – pongámoslo así – no haberse esforzado por ser serio y responsable ante tal empresa gobernativa, sino todo lo contrario, hace que percibamos que su conducta es moralmente penosa. Resulta impactante que un responsable máximo – y público – que dirige la política de un país no sea capaz de controlar su compostura, aunque sólo sea por respeto a su electorado, a su confianza, y a la tranquilidad propia. Digamos que para los críos no es el mejor ejemplo; y se dice que son muchos los jóvenes italianos que de mayores quieren ser como él.
Y tan extraño como aquello es que a pesar de esas cualidades tan poco loables y adecuadas (a años luz de la debida virtud del gobernante ideal) son los italianos los que han sellado su relativa continuidad en política desde 1994, después de una década de escándalos mayúsculos de corrupción que dieron paso a la segunda república, erosionando el anterior sistema partidario. Residualmente o no, la corrupción en Italia continúa, pero mientras, Berlusconi no consigue ser despedido en las urnas. Además, puede presumir de ser el líder más regular en la historia de la democracia italiana. Y eso puede doler, porque no es más que un reflejo de como está Italia hoy … [de igual forma, ZP es un reflejo de lo que los españoles son].
Berlusconi siempre consigue salvarse, con triquiñuelas, corruptelas, sobornos, o sin esto. Pero a su edad sigue ahí. No hay nadie más? Es la democracia italiana un espacio abierto donde aire realmente fresco pueda entrar? Mientras no lo sea (y mientras la ley lo permita), Berlusconi sigue siendo el encargado de poner orden en la casa.
Hace unos año un amigo italiano me explicaba el fenómeno Berlusconi claramente y sin complejos: “Necesitamos alguien que sepa gestionar el gobierno, alguien que haga las cosas bien. La izquierda italiana habla, habla, habla, y no hace nada, además de robar, como todos los políticos. Berlusconi, robará algo, como el resto, pero por lo menos con él se hacen cosas e Italia funciona”. Le faltaba añadir que, mientras políticos españoles o franceses usan aviones del estado para sus necesidades personales y viajeras a cuenta del contribuyente, Berlusconi utiliza sus jets privados, que, al menos virtualmente, no le cuestan nada al ciudadano italiano.
Resta saber si Il Cavaliere saldrá de la escena política a través de las urnas o a través de los juzgados.
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